
Mira que te mando que te esfuerces y seas valiente; no temas ni
desmayes, porque Jehová tu Dios estará contigo en dondequiera que vayas.
Josué 1.9
Moisés había muerto. Josué, quien fielmente había servido a Moisés por
muchos años estaba ahora recibiendo de Dios la orden de seguir a la
meta. Josué tendría la gigantesca bendición de entrar a la tierra
prometida y de repartirla entre el pueblo de Israel.
Esta frase “Esfuérzate y se valiente” es usada miles de veces en todo el mundo y en todos los idiomas hoy en día, pero usualmente no se le agrega la parte principal de este pasaje bíblico.
Dios le pidió a Josué, que se levantara, que creyera, que se esforzara,
que fuera valiente, pero también le pidió algo tan importante como lo
anterior, “Nunca se apartará de tu boca este libro de la
ley, sino que de día y de noche meditarás en él, para que guardes y
hagas conforme a todo lo que en él está escrito; porque entonces harás
prosperar tu camino, y todo te saldrá bien. Josué 1:8 (El versículo Josué 1:9 es la repetición de la instrucción dada en Josué 1: 5, 6)
Para ser valiente y para tener la fortaleza de seguir adelante sin
desmayar necesitas la fe viva en las promesas de Dios, y para tener esa
fe viva, tienes que saber, leer u oír esas promesas.
Es sencillo, la fe viene por el “oír”, (saber o leer), y lo que tenemos que oír y saber, es la palabra, las promesas de Dios. El saberlas, leerlas, oírlas, te causa una sensación interna inexplicable de seguridad.
Va más allá de la emoción, va más allá de la emoción, aunque
también te llena de alegría y entusiasmo, pero estas dos últimas no son
el ancla de nuestra fortaleza.
Sabemos que somos fuertes y valientes, y sabemos que Dios está con
nosotros todos los días de nuestra vida no porque nos sentimos bien,
felices y alegres, sino simplemente porque Él lo ha dicho y punto. El ha
prometido estar con nosotros en medio de cualquier circunstancia.
Tenemos presente que en el mundo tendremos aflicción. Todos los días, a
toda hora. Día y noche. Aunque no la veas, aunque no la sientas. Aunque
rías y seas feliz, la aflicción está ahí latente para atacar, a veces de
manera inesperada y de hecho esta estrategia de guerra del enemigo es
la más efectiva. Un ataque sorpresa.
Estabas feliz, llega la aflicción, y ahora, obvio, te sientes afligido. A
veces la aflicción puede ser mortal, a veces puedes estar afligido por
situaciones que no son mortales, pero en ambos casos, Dios está contigo
todos los días de tu vida, asimismo como estuvo con Josué y con Moisés.
Esa es una promesa de Dios que se hace viva cuando la oyes. Quedó
grabada en las escrituras inspiradas por Dios miles de años después de
que le fue dada a aquel varón, para que tú también la leyeras y la
tomaras para ti.
Tú también has salido de una tierra de esclavitud, tú también has
enfrentado oposición en tu búsqueda de la tierra prometida, y tú también
estas a punto de entrar en la promesa, o ya estás viviendo,
esforzándote y continúas siendo valiente día a día mientras administras
las bendiciones de la tierra prometida de Dios para ti.
Tu eres Josué, tu eres el verdadero Israel espiritual de Dios, para ti son las promesas.
Pero no las pierdas de vista. No apartes de ellas tus ojos, porque esto
es lo mismo que apartar tus ojos de Dios. Mira lo que dice Santiago
1:22-25:
“Pero sed hacedores de la palabra, y no tan solamente
oidores, engañándoos a vosotros mismos. Porque si alguno es oidor de la
palabra, pero no hacedor de ella, éste es semejante al hombre que
considera en un espejo su rostro natural. Porque él se considera a sí
mismo, y se va, y luego olvida cómo era. Mas el que mira atentamente en
la perfecta ley, la de la libertad, y persevera en ella, no siendo oidor
olvidadizo, sino hacedor de la obra, éste será bienaventurado en lo que
hace.”
Cuando miras atentamente en sus promesas y permaneces en ellas, la misma
palabra te da el poder para no ser oidor olvidadizo sino hacedor de la
palabra.
Tener constantemente frente a ti, las promesas y los mandatos de Dios
obligan a tu conciencia a recapacitar y exigen a tu corazón el obedecer.
Recuerda que Dios te ha dado en cada mandato, una promesa. Hazla y
serás bienaventurado en lo que hagas.
Siempre que escuches las palabras “Esfuérzate y se valiente” recuerda
que “estar atento a la palabra de Dios y que esta nunca se aparte de
nuestros ojos y nuestra boca” es la base, para recibir el ánimo para ser
valientes, y para que no perdamos jamás la firme seguridad, fe, de que
Dios está con nosotros todos los días, a donde quiera que vayamos.
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